Ésta es una de las preguntas que casi todos nos solemos hacer a lo largo de varias etapas claves de nuestra vida… y ese “soy” se transforma con los años, las experiencias, lo que hemos atravesado y las huellas que tenemos en la piel de todo lo recorrido.

Definirme nunca me fue sencillo, sobre todo cuando me preguntan en una reunión social: “Y tú, ¿qué haces?”. Nadie desea escuchar de una desconocida el cuento del “todo comenzó en mi infancia cuando me di cuenta…”

… de que tenia amplias y diversas dificultadas para muchas cosas, y a la vez descubría fórmulas de disimulo que pertenecían a mi manera de comprender y descifrar el mundo, con las que pretendía parecer una niña como las otras ante los ojos de mis maestros y mis propios padres: memorizar las coreografías de ballet para controlar la lateralidad (no distinguía entre izquierda y derecha), memorizar como en fotogramas las calles, los lugares, los paisajes para superar mi falta de sentido de orientación, hacer foco en la expresividad vocal y corporal cuando leía en público sin saber leer (me memorizaba los textos enteros) y un largo etcétera de cuadernos manchados, llantos y dolor por no saber qué me sucedía. 

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En esa época no se hablaba de dislexia.

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Soy disléxica y creo que para sobrevivir me transformé en una traductora simultánea en lo espacial, lo corporal y el lenguaje. ¿Cómo aprendí a leer, a bailar y seguir una coreografía en diferentes espacios y escenarios?, ¿cómo estudié tres carreras universitarias?, ¿cómo pinto de forma autodidacta?, ¿cómo hice lo que hice?... la respuesta visceral es que fue no “a pesar de”, sino “gracias” a mi dislexia, a esa dificultad que durante mis primeros años mermó mi autoestima, pero a la vez me hizo construir estrategias para llegar a la meta, partiendo de la creatividad y la diversidad de lenguajes expresivos. Y a la vez adquirí una gran empatía con las personas que sienten que una o varias dificultades les impiden avanzar. Ahí radica mi pasión por la enseñanza, la formación y el acompañamiento terapéutico.

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Durante los últimos 20 años he vivido en diferentes ciudades, idiosincrasias y culturas (Argentina, España, Alemania). He creado compañías de teatro y recientemente el grupo musical Ashbul con el que sigue vibrando mi amor por el espacio escénico y la poesía. Me fascinan las utopías y sus reversos, el trabajo y la fuerza del grupo, la diversidad cultural, las tertulias poéticas, musicales y cinéfilas. Desde 1992 hasta hoy, a ciencia cierta amo lo que hago.